Guía familiar para un corazón sano (1º parte)
Por Linda Marsa
La noche de un domingo, Cindy Steger terminó una caminata de 5 kilómetros bajo un calor opresivo. Había hecho un buen tiempo, pero de repente sintió náuseas y mareos, y quedó empapada en sudor. Debo estar deshidratada, pensó, y se fue a descansar.
El martes ya se sentía lo suficientemente bien como para hacer su caminata habitual, pero al llegar a su casa una ola de debilidad la hizo recostarse en el piso del hall. Llamó a su médico, pero éste no tenía tiempo para recibirla. De todas formas sus síntomas no parecían graves.
Steger no estaba muy inquieta. Aunque su padre y su hermano habían muerto de enfermedades cardíacas, mantenía un peso saludable, cuidaba su dieta y hacía mucho ejercicio. Además, 5 meses antes había hecho una prueba de esfuerzo porque se sentía mareada y exhausta, y le habían dicho que todo estaba bien. Ese fue un error casi fatal. El jueves, un esfuerzo excesivo le provocó un dolor punzante en los brazos y tuvo que ser internada. Las pruebas revelaron que había sufrido un infarto. Privado de oxígeno durante días, parte de su músculo cardíaco había muerto.
Aunque los expertos llevan años advirtiendo que los síntomas de un infarto en las mujeres pueden ser sutiles y pasar inadvertidos, los estudios revelan que los médicos siguen realizando diagnósticos lentos. Y para colmo, las pruebas utilizadas para detectar el problema no siempre descubren las obstrucciones de los vasos sanguíneas en las mujeres.
La gran novedad en salud cardiaca de los años: las mujeres deben prestar atención a sus riegos particulares. Y también los hombres. Por increíble que parezca, también los niños y los adolescentes deben estar atentos, o al menos los padres que quieran mantenerlos sanos. Un impactante estudio sugirió que el sobrepeso en los niños afecta sus vasos sanguíneos e incrementa sus riegos de sufrir problemas cardiovasculares en el futuro.
Por suerte, los hallazgos en relación con los puntos débiles de cada miembro de la familia han dado pie a importantes avances para descubrir las estrategias de prevención y las herramientas de diagnóstico ideales para hombres, mujeres y niños. Así que ahora, más que nunca, la mejor defensa de su corazón es la información. Podríamos decir que es un asunto de vida o muerte.
Lo que deben saber los hombres
No tengo por qué estar aquí. Ese fue el primer pensamiento de Brian Bishop cuando despertó en la unidad coronaria de un hospital cerca de su casa en Pelma, Nueva Hampshire (EE.UU). Sí, tenía sobrepeso – mucho sobrepeso – pero era un hombre de 28 años que nunca había estado enfermo. Aún así ahí estaba rodeado de pacientes cuatro décadas mayores que él.
La noche anterior, Bishop se había sentido dolorido y mareado. Primero pensó que tenía gripe, pero cuando comenzó a temblar sin control llamó al 911. Cuando el médico de guardia le dijo que estaba sufriendo un infarto, Bishop pensó que era mentira. ¡Era demasiado joven!. El jefe de cardiología fue categórico. Dijo: “Depende de usted si quiere vivir o morir”.
En la sala de operaciones, los cirujanos le insertaron un pequeño tubo metálico llamado stent para abrir su arteria bloqueada. Eso le salvó la vida, pero lo que vivió es la pesadilla de cualquiera: Un paciente sin antecedentes familiares de males cardíacos cuyo primer síntoma es un infarto masivo.
Según la Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) por lo menos la mitad de las personas que mueren repentinamente cada año por males coronarios ignoraban su problema.
Lo anterior ha dado pie a la errónea y generalizada idea de que la mitad de los infartos llega de improviso. No es cierto, dice la cardióloga Jennifer Mieres, vocera de la AHA. Un estudio de 2004 con más de 29.000 personas reveló que por lo menos el 90% de los primeros infartos puede ser atribuido a problemas como el colesterol alto o diabetes. “Si investigamos un poco – dice la doctora Mieres, directora de cardiología nuclear de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York – casi siempre detectamos un factor de riesgo no descubierto, pasado por alto o mal atendido”.
Ese fue el caso de Bishop. Aunque había practicado deportes en la universidad, subió 35 kilos por comer a las apuradas, por no hacer ejercicio y por trabajar sin descanso. Cuando se hizo la prueba de colesterol después del infarto, sus números superaban los límites; su LDL (colesterol malo) era de más de 200 mg/dl (el indicador de riesgo comienza en 190) y el HDL, que limpia las arterias, era de 18 mg/dl (lo ideal para los hombres es de 45 o más).
Bishop ignoraba el riesgo que corría porque no había ido al médico en años. Los hombres evitan las consultas médicas mucho más que las mujeres, dice el cardiólogo J. James Rohack, Presidente de la Asociación Médica de los Estados Unidos (AMA, por sus siglas en inglés), así que ni siquiera conocen sus niveles de colesterol. Los hombres desconocen sus factores de riesgo y sufren ataques cardíacos prematuros.
Bishop era joven para sufrir un infarto; aunque los hombres suelen desarrollar males cardíacos 10 o 15 años antes que las mujeres, no entran en la zona de riego hasta los 45. Aún así, era el arquetipo de las víctimas de calamidades cardiovasculares. Para empezar, su vientre era muy grande. Los hombres suelen acumular grasa en el centro del cuerpo, lo que es mucho más peligroso que la forma de pera común entre las mujeres. Las células de grasa en el vientre son más dañinas, pues liberan ácidos grasos y otras sustancias que viajan directamente al hígado. Según un estudio con más de 350.000 personas, un hombre con una cintura de más de 100 centímetros tiene el doble de probabilidades de morir prematuramente que otro cuya cintura mida menos de 85 (para las mujeres, más de 85 centímetros es una bandera roja).
Bishop además roncaba. Esta característica, mucho más común en los hombres, no es sólo una causa de insomnio para sus esposas; a menudo es una señal de un peligroso trastorno llamado apnea del sueño. Los afectados (dos tercios de los hombres) dejan de respirar por 10 y 30 segundos o incluso por más tiempo, hasta 400 veces por noche. La falta de oxígeno mata neuronas en regiones que regulan la presión arterial. Eso puede generar hipertensión o grandes variaciones en la presión arterial, lo que endurece los vasos sanguíneos.
Pero aunque los hombres tengan más probabilidades de padecer males cardíacos – por lo menos hasta los 65 años, cuando las mujeres los alcanzan – cuentan con una ventaja para resolver el problema. Los cambios de estilo de vida (adoptar una dieta saludable, hacer ejercicio frecuentemente, evitar el tabaco, bajar de peso) son la primera línea de defensa, y una vez que los hombres lo deciden se deshacen más fácilmente que las mujeres de los kilos de más, pues su metabolismo es más rápido, aseguran los expertos.
“Tiré todo lo que había en mi cocina (galletitas, comida chatarra) y comencé a leer etiquetas”, dice Bishop. Junto con su esposa y su perro, comenzó a caminar 15 cuadras cada noche, después agregó una hora en una bicicleta fija, y más tarde dos. En poco más de un año bajó 50 kilos y redujo su cintura de 125 centímetros a menos de 80.
A 4 años de su infarto, compite en triatlones. Sólo toma una dosis baja de un fármaco con estatinas, y su colesterol malo ha bajado y el bueno se incrementó. Su actitud es otra. “Después del infarto, pensé que toda había terminado. Tenía miedo de caminar una cuadra y provocarme otro ataque”, dice, “saber qué hacer me cambió la vida, No es una ciencia; sólo se necesita motivación”.
La mejor receta: El ejercicio
Hacer ejercicio con frecuencia es una de las herramientas más poderosas para prevenir las enfermedades cardíacas; según los expertos, es tan potente como las estatinas. Las mujeres que hacen ejercicio enérgico por lo menos 3 horas por semana reducen sus riesgos de sufrir un infarto en un 30-40%, revela un estudio masivo de salud de enfermeras.
El ejercicio aeróbico que acelera el corazón combate la peligrosa grasa abdominal, reduce el colesterol malo e incrementa el bueno, destruye los triglicéridos y evita la acumulación de placa en las arterias.
No hay que ir necesariamente al gimnasio: el ejercicio es igual de efectivo cuando se realiza a lo largo del día (subir escaleras en el trabajo, caminar en la hora del almuerzo o podar el césped).